Entre los desechos generados por las empresas curtidoras se calculan 3.700 toneladas de pelo y 7.200 de residuos de carne. Andrés Felipe Castaño/Unimedios |
Las 120 toneladas de pelos y grasa que desechan las curtiembres y van a parar directo al río Bogotá, están tomando forma de compost para mejorar el suelo. Gracias al trabajo entre la academia y los curtidores, estos residuos servirán hasta para abrir un mercado productor de abono.
Para descontaminar el río Bogotá, que recibe anualmente 160 mil toneladas de basura, el Gobierno nacional, el Distrito y el departamento de Cundinamarca han planeado un proyecto que incluye tres canales interceptores, la ampliación de la planta de tratamiento de aguas residuales El Salitre, una estación elevadora y la construcción de la planta de tratamiento Canoas, ubicada entre el municipio de Soacha y la localidad de Bosa. La obra estaría lista en el 2017, con un costo de 5,5 billones de pesos.
No obstante, “esta es solo una parte del proceso que se debe llevar a cabo para limpiar el río”, asegura la investigadora Laura Osorio, del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional de Colombia, quien trabaja desde el 2006 en el proyecto Switch en busca del Manejo sostenible del agua para el mejoramiento de las ciudades del mañana, liderado internacionalmente por la Unesco – IHE, con el apoyo de la Unión Europea.
Para la experta, descontaminar no es suficiente si no se crean mecanismos para reducir la cantidad de desechos orgánicos que recibe el caudal en toda su extensión. Por eso, con un grupo del IDEA trabaja en la elaboración de planes de producción más limpia (PML), en aspectos como buenas prácticas de operación, sustitución de insumos, cambio de tecnología, reformulación–rediseño del producto y reutilización, recuperación y reciclaje in situ de residuos para la industria curtidora en Villa Pinzón (Cundinamarca), donde se producen cerca de 10.000 toneladas anuales de residuos de grasa, pelo y cromo, que van directamente al río.
Como producto de ese trabajo, durante el 2010 se evaluó el compostaje como una de las alternativas de aprovechamiento de los residuos y se desarrolló un plan piloto con los curtidores de la zona, quienes se han interesado en el mejoramiento de los procesos industriales y la reducción de los desechos lanzados a las aguas, suelos y rellenos sanitarios. “Se cree que la producción limpia es solamente disminuir el residuo, pero realmente implica mejorar sus condiciones para que sea aprovechable. Eso es lo que hacemos con este proyecto”, explica Tania Santos, del IDEA.
El compostaje de residuos orgánicos
Según Tatiana Bello, ingeniera química de la Universidad Nacional y líder del proyecto en Villa Pinzón, “el compostaje es la descomposición biológica y la estabilización de sustratos orgánicos, que pueden ser beneficiosos al aplicarse en suelos como acondicionadores para el crecimiento de plantas, pastos y cultivos”. Por ello, residuos orgánicos como pelos y grasas, producidos por las curtiembres, servirían para el mejoramiento de los suelos de la zona e incluso la creación de mercados productores de compost.
Para medir la eficacia de la propuesta, los investigadores realizaron un plan piloto con 8 toneladas del material residual y lo evaluaron durante cinco meses.
“Tomamos los pelos y la grasa y los apilamos en grupos junto a un material estructurante (aserrín) para que no se apelmazaran y circulara el aire. A esta mezcla le adicionamos una serie de microorganismos eficientes que ayudan a aumentar la temperatura. Así, se inició un proceso de fermentación que transformó los desechos en materia orgánica”, explica Bello.
Los resultados arrojaron que durante las dos primeras semanas, la temperatura del material alcanza los 70 °C y emite una cantidad mínima de calor y dióxido de carbono al ambiente. Durante las siguientes tres semanas, la temperatura disminuye gradualmente y luego, de forma lenta, llega al quinto mes con un promedio de 20 °C, etapa en la que ya se considera compost.
Con las 8 toneladas de prueba se produjo el 70% de material para el suelo, sin contenido de metales pesados, lo que demuestra que “el residuo es aprovechable y puede mejorar las condiciones de humectabilidad y porosidad del terreno”, concluye la investigadora.
Aunque el innovador compost tiene bajo contenido de nitrógeno, fósforo y potasio (elementos necesarios, según la reglamentación del ICA, para considerarlo como abono), los investigadores trabajan en el mejoramiento del proceso con el fin de incrementar la presencia de nutrientes como el nitrógeno.
Para ello utilizan mezclas de gallinaza, rocas fosfóricas y sulfatos potásicos, con el objetivo de crear un abono orgánico capaz de competir con los químicos que se utilizan en la producción agrícola.
Beneficios para el sector
El resultado de la elaboración del compost no solo favorece la reducción de los elementos contaminantes que ingresan al río Bogotá, sino a los productores de las 180 curtiembres existentes en Villa Pinzón, ya que según las normas ambientales que los rigen, es necesario recolectar y almacenar los residuos para su posterior envío a rellenos sanitarios, cuyo costo es de aproximadamente 500 mil pesos por tonelada, mientras que producir el compost por esa misma cantidad cuesta 200 mil.
Gracias a ello, 30 curtidores de la zona agremiados bajo el nombre de Acurtir iniciaron la compra de un lote en el que pretenden producir masivamente el material y comercializarlo en las regiones. De esta manera buscan disminuir los niveles de contaminación en el agua y los suelos, reducir los campos de almacenaje (actualmente las familias del sector utilizan el espacio de sus viviendas para acopiar los residuos) y crear una posibilidad de ingreso extra proveniente del uso responsable de los sobrantes que generan.
“Los resultados hacen parte de la intención del proyecto Switch de crear estrategias eficientes, responsables y económicas para disminuir los factores contaminantes, a partir de la identificación de sus causas desde el nacimiento del río”, asegura Laura Osorio.
Para descontaminar el río Bogotá, que recibe anualmente 160 mil toneladas de basura, el Gobierno nacional, el Distrito y el departamento de Cundinamarca han planeado un proyecto que incluye tres canales interceptores, la ampliación de la planta de tratamiento de aguas residuales El Salitre, una estación elevadora y la construcción de la planta de tratamiento Canoas, ubicada entre el municipio de Soacha y la localidad de Bosa. La obra estaría lista en el 2017, con un costo de 5,5 billones de pesos.
No obstante, “esta es solo una parte del proceso que se debe llevar a cabo para limpiar el río”, asegura la investigadora Laura Osorio, del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional de Colombia, quien trabaja desde el 2006 en el proyecto Switch en busca del Manejo sostenible del agua para el mejoramiento de las ciudades del mañana, liderado internacionalmente por la Unesco – IHE, con el apoyo de la Unión Europea.
Para la experta, descontaminar no es suficiente si no se crean mecanismos para reducir la cantidad de desechos orgánicos que recibe el caudal en toda su extensión. Por eso, con un grupo del IDEA trabaja en la elaboración de planes de producción más limpia (PML), en aspectos como buenas prácticas de operación, sustitución de insumos, cambio de tecnología, reformulación–rediseño del producto y reutilización, recuperación y reciclaje in situ de residuos para la industria curtidora en Villa Pinzón (Cundinamarca), donde se producen cerca de 10.000 toneladas anuales de residuos de grasa, pelo y cromo, que van directamente al río.
Como producto de ese trabajo, durante el 2010 se evaluó el compostaje como una de las alternativas de aprovechamiento de los residuos y se desarrolló un plan piloto con los curtidores de la zona, quienes se han interesado en el mejoramiento de los procesos industriales y la reducción de los desechos lanzados a las aguas, suelos y rellenos sanitarios. “Se cree que la producción limpia es solamente disminuir el residuo, pero realmente implica mejorar sus condiciones para que sea aprovechable. Eso es lo que hacemos con este proyecto”, explica Tania Santos, del IDEA.
El compostaje de residuos orgánicos
Según Tatiana Bello, ingeniera química de la Universidad Nacional y líder del proyecto en Villa Pinzón, “el compostaje es la descomposición biológica y la estabilización de sustratos orgánicos, que pueden ser beneficiosos al aplicarse en suelos como acondicionadores para el crecimiento de plantas, pastos y cultivos”. Por ello, residuos orgánicos como pelos y grasas, producidos por las curtiembres, servirían para el mejoramiento de los suelos de la zona e incluso la creación de mercados productores de compost.
Para medir la eficacia de la propuesta, los investigadores realizaron un plan piloto con 8 toneladas del material residual y lo evaluaron durante cinco meses.
“Tomamos los pelos y la grasa y los apilamos en grupos junto a un material estructurante (aserrín) para que no se apelmazaran y circulara el aire. A esta mezcla le adicionamos una serie de microorganismos eficientes que ayudan a aumentar la temperatura. Así, se inició un proceso de fermentación que transformó los desechos en materia orgánica”, explica Bello.
Los resultados arrojaron que durante las dos primeras semanas, la temperatura del material alcanza los 70 °C y emite una cantidad mínima de calor y dióxido de carbono al ambiente. Durante las siguientes tres semanas, la temperatura disminuye gradualmente y luego, de forma lenta, llega al quinto mes con un promedio de 20 °C, etapa en la que ya se considera compost.
Con las 8 toneladas de prueba se produjo el 70% de material para el suelo, sin contenido de metales pesados, lo que demuestra que “el residuo es aprovechable y puede mejorar las condiciones de humectabilidad y porosidad del terreno”, concluye la investigadora.
Aunque el innovador compost tiene bajo contenido de nitrógeno, fósforo y potasio (elementos necesarios, según la reglamentación del ICA, para considerarlo como abono), los investigadores trabajan en el mejoramiento del proceso con el fin de incrementar la presencia de nutrientes como el nitrógeno.
Para ello utilizan mezclas de gallinaza, rocas fosfóricas y sulfatos potásicos, con el objetivo de crear un abono orgánico capaz de competir con los químicos que se utilizan en la producción agrícola.
Beneficios para el sector
El resultado de la elaboración del compost no solo favorece la reducción de los elementos contaminantes que ingresan al río Bogotá, sino a los productores de las 180 curtiembres existentes en Villa Pinzón, ya que según las normas ambientales que los rigen, es necesario recolectar y almacenar los residuos para su posterior envío a rellenos sanitarios, cuyo costo es de aproximadamente 500 mil pesos por tonelada, mientras que producir el compost por esa misma cantidad cuesta 200 mil.
Gracias a ello, 30 curtidores de la zona agremiados bajo el nombre de Acurtir iniciaron la compra de un lote en el que pretenden producir masivamente el material y comercializarlo en las regiones. De esta manera buscan disminuir los niveles de contaminación en el agua y los suelos, reducir los campos de almacenaje (actualmente las familias del sector utilizan el espacio de sus viviendas para acopiar los residuos) y crear una posibilidad de ingreso extra proveniente del uso responsable de los sobrantes que generan.
“Los resultados hacen parte de la intención del proyecto Switch de crear estrategias eficientes, responsables y económicas para disminuir los factores contaminantes, a partir de la identificación de sus causas desde el nacimiento del río”, asegura Laura Osorio.
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